abril 15, 2006

Meditaciones en torno a un té con limón

Nos vamos haciendo viejos, nos vamos haciendo mayores. Poco a poco el mundo que conocías se va quedando atrás y tu te sientes desgarrado al sentir que ya nada volverá a ser como antes. Miras hacia el pasado y luego hacia el presente. Te vas haciendo mayor, ya no eres un niño. Vas adquiriendo responsabilidades, obligaciones, compromisos. Tienes unos estudios a los que aferrarte por los que hipotecas tu futuro, ya no sirve dejar una para pasar curso, la universidad, la FP o lo que sea te exige vocación.

Los amigos de antes ya no son tan amigos, o has ido perdiendo el contacto. Te das cuenta de que echas de menos mucha gente. De que tienes a muchos seres queridos lejos, o simplemente ya no están. Te das cuenta de que la gente es muy hija de puta, que hay gente que es esencialmente mala, que disfruta haciendo daño. Ves tus sueños aplastados por una realidad impersonal que prosigue alocada una carrera hacia el abismo.

Ya no basta con cerrar los ojos para no ver la cosa del armario.

Cada vez disfrutas más con cosas sencillas, como poder tomar un café con un amigo, o charlar un rato entre clases. El ansia del primer beso desaparece, lo has dejado atrás, y el amor es una cosa extraña que a veces pincha, corta y muerde. La gente quiere otras cosas, otros sueños, otras quimeras; ya no hay fantásías infantiles y los que querían ser astronautas, princesas, cantantes o futbolistas ahora son funcionarios, abogados, mensajeros o informáticos.

Nada es tán facil ahora, y cuántas veces quieres cerrar los ojos y volver a ser ese niño o niña de ojos grandes...