Tiempo que matar
Tic-tac-tic. Hay un reloj sonando, incansable, metódico, imparable a un metro de mí. Tic-tac-tic, resuena ajeno a la vida que discurre alrededor, engastado como piedra en la montura en la muñeca de su dueña. Tic-tac-tic. Mientras escribo el cielo nublado está gris plomizo y por los agujeros del manto plúmbeo que cubre el cielo se cuela la daga de luz de los rayos cansados de un sol enfermizo. Un agujero entre las nubes y puedo vez un fragmento ínfimo del Azul. Bonito escenario para darme cuenta de que soy un gilipollas, integral e incorregible que una vez más (recurrente trama del Escritor que va haciendo correr sobre el papel de la vida la tinta sobre la que escribe mi Existencia) se ha vuelto a perder en el mismo camino.
Son las nueve de la tarde, y una hoja rojiza arrancada de las ramas del árbol que veo vuela acariciada por el viento que la hace girar, marioneta tirada de cuerdas insivibles. Estoy tan aburrido, desganado y tocado que la simple visión de la hoja girar al son del viento me atrapa en su hechizo hipnotizante. Aline ha sido la única persona que me ha arrancado hoy una sonrisa sincera y ni siquiera he visto su cara. Me he equivocado desde el principio y el silencio era la opción que debí haber escogido. Por supuesto, no lo hice. Hablé en su momento y equivoqué las palabras. Debí haberme callado. Ahora es ella la que calla y su silencio sí es doloroso. ¿Por qué quiere la gente la verdad cuando en realidad nadie la ama? ¿Porqué insistir en la verdad cuando todos preferirían no saberla?
Quizá por eso ella no la dice. Quizás por eso me mira, tuerce su rostro y como dos animales que se odian, nos ignoramos. ¿Hago lo correcto haciendo lo mismo que ella? ¿Hace ella lo correcto haciendo lo mismo que yo? Como dos novios con el corazón roto nos rehuímos para no ver en los ojos del otro el reflejo de nuestro propio sufrimiento. ¿Hago bien escribiendo esto? Ya sé las respuetas a preguntas que no he formulado. Nunca he olvidado todo lo que jamás aprendí. Estoy mirando el lado equivocado del espejo, atrapado entre dos reflejos.
He elegido torturarme yo sólo con tres látigos diferentes, de aquí a Julio, de aquí a Septiembre y de aquí a Octubre. El tiempo sigue corriendo (Bob Dylan canta con voz rota) y yo... como Sabina, sentado en la escalera, también he perdido el tranvía...
Tic. Tac. Tic.