septiembre 18, 2006

Las cosas no cambian; estáticas, inmóviles, sempiternas. Justicia kármika, ¡y un cuerno! Las cosas funcionan como le sale de las narices a algún invisible y cabronazo arquitecto universal. Toca ponerse a dieta mediterránea: puro régimen de ajo y agua. Empiezo a cansarme de tener razón y de seguir teniendo la puntería de un bacalao.
Extenderme con palabros, verbas y chorradas varias sería alimentar la desidia y la deprimencia, así que ahorraré a mis sufridos lectores el tener que enfangarlos en explicaciones pseudomaníacas y estupideces integrales que probablemente alimentarán nuevos y jugosos capítulos de las Crónicas del Odio.
Si todo sale bien, mañana me voy por tiempo indefinido a meditar a la costa gallega. Hay mucho tiempo para pensar y probablemente llegue a la conclusión de que cuando llegas al límite todo se hace muy fácil de odiar.
Au revoir.