Espectros (II)
Hace tiempo dejó de llamarme al teléfono, de hacerme llamadas perdidas y de saltar por la casa cada vez que tenía noticias de mí. Hace tiempo que escogió olvidarme, pero olvidó desatar la correa. La forzó mucho, en su momento, todos pudieron verlo, cuando me arrastraba, y yo luchaba por respirar. Me encadenaba a su brazo, o a su cuello, o a su muñeca y yo la seguía, esperando el momento perfecto. Me dejó con la miel a las puertas de mis labios (concretamente, a seis centímetros de distancia), con sus ojos cerrados, su carita adorable y su rictus de placer.
La noche del adiós me ví con los brazos llenos de recuerdos suyos y su anillo en mi cuello, colgado en una cadena de plata. Llevaba su mechón de cabellos en el bolsillo, delicadamente atado, oliendo aún a su perfume, a limpio, suave al tacto y la cabeza llena de promesas no pronunciadas. Recorriendo su habitación de su mano y pensando que lo anterior había sido una pesadilla. Todo era por su culpa, por haberse cruzado, de pronto, jodido chuletas.
Es fácil olvidar.
Es fácil olvidar...
Mentira.
La noche del adiós me ví con los brazos llenos de recuerdos suyos y su anillo en mi cuello, colgado en una cadena de plata. Llevaba su mechón de cabellos en el bolsillo, delicadamente atado, oliendo aún a su perfume, a limpio, suave al tacto y la cabeza llena de promesas no pronunciadas. Recorriendo su habitación de su mano y pensando que lo anterior había sido una pesadilla. Todo era por su culpa, por haberse cruzado, de pronto, jodido chuletas.
Es fácil olvidar.
Es fácil olvidar...
Mentira.