agosto 29, 2006

Todo es Hermoso

No puedo dormir; sólo concilio tranquilidad
para rendirme al Abrazo de Morfeo
al son de la nana de una recortada,
pero no me quedan balas
y ahora desfallezco de un cansancio
que no se despega de mi piel.
No me sirve que ahora tenga
lucecitas de colores en la mesa,
no me sirve untarla en miel,
ni quemar sus cartas y recuerdos,
no me sirven ya los talismales
ni amuletos, baratijas
contra toda clase de males.
"No me gusta el olor de su colonia",
pronunció su madre muy ufana,
"no debe ser buena persona."

Así acabó esta historia de amor;
con esa frase lapidaria.
Vuelve a verme cuando quieras calor,
el calor de un lanzallamas.
Vuelvete a encerrar conmigo en los baños
del Corte Inglés y jura que me amas.
Suicidémonos juntos: con una cuchara.
El Rey de Harlem tenía una de palo
y con ella arrancaba los ojos
de los cocodrilos.
Su cuchara pasó a la historia,
Lorca escribió sobre ella.
Pero yo no soy Lorca.
Deja de leer, ésto no es poesía.
Yo no soy poeta, estoy loco.
Sólo te estoy diciendo adiós.
Es sólo Odio reflejado en sucedáneo
de palabras que encadeno,
brochazos de sangre, bohemia,
producto de consumir alcohol
y más alcohol, en ingentes cantidades
sin ningún tipo de control
y darme un papel para escribir.

Pintado con sangre derramada
de víctimas inocentes,
desesperadas,
todo se ve de un color más rojo.
Con la sangre de mujeres maltratadas,
con una navaja en la mano,
con la mirada perdida de un adicto
a la violencia, con meta-anfetaminas,
con una sarta de amenazas
regada con whisky y cocaína,
todo es hermoso. Me encanta
dormir al son de una recortada.

[No es ni de lejos lo mejor que he escrito; en absoluto. No me convencía. Ni siquiera me convence ahora, sólo lo escribí porque necesitaba desahogarme de mucha rabia que llevaba dentro, y mandé la sensibilidad, la estética y la rima al cuerno. Son palabras sin sentido, odio en estado puro, nada más. No espero que a nadie le guste; y sin embargo, lo he presentado a un concurso local de poesía libre y este sucedáneo de poema ha ganado sin tener que sobornar a los jueces. ¿Que por qué lo mandé? Por rabia. Nada más.]