febrero 06, 2007

La pecera

Hay una clase de personas que deciden que lo mejor que pueden hacer es quedarse dentro de su pecera personal, con los cristales tintados, suministro de oxígeno y con tres comidas diarias, alejado de cualquier noticia, suceso o indirecta que el mundo exterior pueda dedicarles. ¡Dios les libre! Ellos han comprado ese mundo y nadie les podrá convencer de lo contrario. Tanto mejor, su postura permite a otros ahorrarse las interminables charadas de su opinión supervitaminada y mineralizada, y que viva la Pepa.

Por alguna extraña razón, les da igual que fuera se vaya el mundo a la mierda, que les llamen esto o lo otro, que quieran hablar con ellos o mandarles a la mierda, que tengan las horas contadas o que la abuela fume maría. Ellos, glub-glub, son felices en su pecera de cristales tintados. Claro, que hay que especificar que, como os famosos espejos de la policía, los cristales de su pecera les permiten a todos verles y reírse de ellos, pero ellos son incapaces de ver nada del mundo exterior. Va a ser divertido. Tan divertido como cuando asuman las consecuencias de haber metido pirañas en el acuario.

Resumiendo: que la habéis cagado, joder; y aún no habéis sido capaces de daros cuenta. Dedicaros a la petanca, perdedores.

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